Pedro Almansa

¿Qué pasa cuando corrijo a mi perro?

Es muy frecuente utilizar una corrección verbal (chss, no, ¡ey!…) o física (tirón de correa, collares de ahogo o púas, “toques”…) para intentar que nuestro perro deje de hacer algo. Pero, ¿Qué ocurre cuando hacemos esto?

Pues lo que ocurre es que en muchas ocasiones, la conducta cesa, deja de repetirse y pensamos que funciona, ¡error!. Aparentemente funcionan, pero por el hecho de que tiene miedo a la consecuencia de su conducta, a la corrección. Esto eleva los niveles de estrés del perro, genera perros menos creativos, con peor pensamiento lateral e incluye el miedo a sus vidas, deteriorando notablemente nuestro vínculo con él. Y diréis: no es así, a mi perro le digo “NO” o “EY, PARA” y se está quieto. Pero vamos a ver las cosas con más perspectiva, vamos a pensar en esos perros que caminan con correas muy cortas, collares de ahogo y a los que se les corrige constantemente bien sea física o verbalmente. ¿No os habéis fijado que un gran porcentaje de esos perros muestran reactividad u otro problema de conducta?

Y es justo por lo que comentamos, al elevar sus niveles de estrés, miedo y generar frustración, obligamos al perro a reaccionar, a elevar sus señales comunicativas y mostrar su malestar respecto a esa situación.

Nosotros no decimos que el perro pueda hacer lo que quiera cuando quiera, pero sí decimos que aplicar correcciones es contraproducente y genera problemas de conducta a medio-largo plazo.

Optamos firmemente por una educación amable, basada en el conocimiento, la empatía y el compromiso a la hora de tratar un perro con problemas.

Y con esto no estamos juzgando a nadie, todos nos equivocamos (nosotros los primeros) y podemos recibir información incorrecta que nos haga fallar. Pero lo importante es mejorar y llegar a conseguir una convivencia sana entre perros y personas, no quedarnos en los errores del pasado.

Perros y gatos… ¿Son compatibles?

Muchos somos los que decidimos compartir nuestra vida con un perro, pero… también nos gusta compartirla con un gato. Y ahí surge la duda: ¿es esto posible?

Pues cómo siempre, depende. Depende del individuo y no solo hablamos del perro, hablamos también del gato, ya que hay gatos que no se llevarían bien nunca con un perro. Y para nosotros, tolerar la presencia de otro animal en casa no es lo mismo que llevarse bien y disfrutar de su compañía. 

Pero tenemos los casos de que sí que pueden convivir, llevarse bien y disfrutar mutuamente de la convivencia. 

Para que esto sea posible debemos de hacer muy bien las presentaciones y favorecer una buena habituación tanto para el perro cómo para el gato. Puede que nos lleve semanas, sí, pero nos aseguraremos de que el resto de su vida convivan en armonía y sin tensiones.

Nosotros a la hora de presentar un perro con un gato no nos quedamos solo con el hecho en sí de la presentación, si no que prestamos atención a toda la vida de ambos, ya que cuanto mayor bienestar generemos en todos los ámbitos de su vida, mejor irá la habituación de la que antes hablábamos. 

En las fotos, dos casos en los que ayudamos a que se llevasen bien Nova (alaska malamute) y Tommy (joven gato en proceso de adopción en la asociación Tribu Animal) y África (adorable doberman) y Kenia (su compañera gatuna, la última en llegar a casa).

Llegada un nuevo miembro a la familia perruna. ¿afectará a los perros que ya viven con nosotros?

Adoptar es un gran gesto que ayuda a muchos perros a tener una segunda oportunidad y a salir del chenil donde pasaban sus días. Nosotros recomendamos siempre adoptar. Pero, qué ocurre si ya tenemos un perro en casa, ¿será bueno traer otro más?

Pues bien, todo depende de las personalidades y el estado emocional de ambos perros, porque recordemos, son animales sociales, pero no necesariamente sociables.

Cuando decidamos incorporar un nuevo miembro de 4 patas a nuestra familia tenemos que tener en cuenta esto y valorar si a nuestro perro le irá bien convivir con otro y si el que adoptemos podrá llegar a tener una convivencia sana en una casa con perro.

En los casos en los que el objetivo es generar bienestar entre los miembros del grupo y prevenir o tratar conflictos internos, analizamos siempre a cada perro de forma individual y lo contrastamos con cómo era su comportamiento antes de que viviesen juntos.

Tenemos muchos aspectos en cuenta a la hora de aplicar cualquier tratamiento, cómo pueden ser: diferencias de edad, tipos de raza, tamaño, intereses vitales, estado emocional, salud y estado físico… ya que todas estas cosas son fundamentales para que se lleven bien, porque si no se sienten bien consigo mismos, difícilmente podrán convivir bien en grupo.

Hay que saber que un perro con problemas físicos o emocionales puede experimentar altos niveles de estrés, y que un perro estresado se convierte en un estresor para el grupo.

En la foto tenemos a Swan, una amigable perra de 10 años a la que estamos ayudando a gestionar la llegada de dos nuevos peludos. 

El cachorro ya ha llegado a casa… ¿y ahora qué?

Una duda recurrente que se nos viene a la cabeza cuando un cachorro llega a casa es: ¿y ahora cómo hacemos? o, ¿cuántos paseos hay que darle? o esta otra: ¿cuándo dejará de morder y hacer pis en casa? (entre otras muchas).

Pues bien, lo primero que tenemos que tener en cuenta es que es un gran cambio para el cachorro, somos desconocidos para él, al igual que lo es su nueva casa y el mundo en general (recordemos que nacieron “hace dos días”). Por lo que nuestros esfuerzos deben de ir dirigidos, en primera instancia, hacia generar en el cachorro una sensación de tranquilidad y seguridad en su nuevo hogar y con su nueva familia.

Otro punto a tener muy en cuenta a la hora de estructurar los paseos, es el desarrollo físico que va a tener, en función de su raza (en el caso de ser mestizos nos guiaremos por el tamaño que pueden llegar a tener de adultos), ya que un buen desarrollo músculo esquelético es clave para una vida saludable.

El tema del pis en casa, es variable en función de cada individuo y puede tardar en adquirir hábitos de higiene, que están ligados al desarrollo de sus esfínteres. Hay que tener paciencia y por supuesto, no corregirle si hace pis en casa, solo conseguiremos que nos tenga miedo en determinadas circunstancias y lo haga a escondidas.

Y en el caso de los destrozos y los mordiscos con sus dientes afilados cómo alfileres, hay que tener paciencia, una forma más de conocer el mundo es a través de la boca, ya que experimentan las diferentes texturas, sabores y durezas de los materiales que pueden ir encontrando a su paso. Ofrecer alternativas y satisfacer sus necesidades de estimulación es una gran idea para prevenir ésto.

Nosotros cuando guiamos a tutores con cachorros, hacemos hincapié en prevenir cualquier conducta que no queramos que ocurra y nos ponemos cómo objetivo que el cachorro llegue a ser un adulto sociable, seguro de sí mismo, con buena capacidad para gestionar el estrés del día a día y con un fuerte y sano vínculo con su referente humano.

En la foto Nela, una cachorra de Labrador a la que estamos acompañando en su desarrollo físico y mental y que nos tiene fascinados. 

El perro solo en casa y la ansiedad por separación canina

La ansiedad por separación canina o casos de perros que no llevan del todo bien quedarse solos es un tema muy recurrente en nuestras consultas, sobre todo después de vacaciones, perros recién adoptados, perros mayores o cachorros. 
Y tiene mucha lógica, ya que la soledad es antinatural para los perros, que son animales sociales y gregarios. Pensad que si viviesen en libertad, vivirían en grupo y rara vez estarían solos. 
Pero analicemos los casos que mencionábamos anteriormente. ¿Por qué después de vacaciones no saben quedarse solos si antes lo hacían perfectamente? Porque o bien hemos pasado mucho tiempo con ellos, saliéndonos de nuestra rutina habitual o hemos pasado muy poco si lo hemos dejado en una residencia canina mientras nosotros viajábamos fuera de nuestro domicilio. Los perros son animales de costumbres y una ruptura tan fuerte de sus rutinas puede hacer que experimenten algún problema de conducta, como el no saber quedarse solos. 
Otro caso es el de los cachorros, que necesitan de un referente que les ayude a conocer el mundo, para ellos totalmente desconocido y claro, si ese referente no está es probable que aparezca el estrés y el miedo, que puede llegar a producir destrozos en casa, que se orinen o defequen dentro en nuestra ausencia, entre otros. 
Con los perros mayores pasa algo parecido, ya que cuanto más mayores se hacen, más se parecen a los cachorros y más demandan nuestra compañía. Son muchos los casos de perros ancianos que generan hiperapego con el paso de los años. 
Y por último, los perros recién adoptados. Y pensemos, ¡cómo van a saber quedarse solos en las primeras semanas en su nueva casa, si no saben ni dónde están ni con quién! La inseguridad y el estrés que experimentan es realmente grande al principio, hasta que, poco a poco, vayan adaptándose a su nuevo hogar. 

Nuestro enfoque ante estos temas es muy holístico e individualizado. Nos centramos en tratar los diferentes estresores del perro en su día a día, ya que es clave que los niveles de estrés del perro no sean demasiado altos antes de ponernos a trabajar. Como decimos, tratamos el problema de forma global, interviniendo sobre sus paseos, los momentos que pasamos juntos, su nutrición, en una correcta estimulación de sus diferentes sentidos e incluso, si fuese necesario, suplementando de forma natural para regular posibles desajustes en el organismo derivados de su problema de conducta. 
Y por su puesto, apoyando a las personas que conviven con esto, pues sabemos por experiencia que cualquier trabajo de modificación de conducta lleva tiempo, paciencia y requiere de apoyo. 

En la foto tenemos a Copo, un simpático cruce de Bichón Maltés recién adoptado al que estamos ayudando con este problema.